Volvió a su casa con espíritu sombrío y se sentó a cenar sin apetito. Últimamente hacia todo sin entusiasmo, dormía sin sueño, escuchaba música sin oír, miraba la televisión sin ver, iba al gimnasio cuando lo que más quería, era simplemente escapar, y ser otra persona, esconder lo que alguna vez había hecho, nacer de nuevo y rehacer sus pasos, corregirlos... Su nombre era Rubén y hacia ya 5 meses que se había mudado a Buenos Aires desde las afueras de la pampa, desde el campo, desde la tranquilidad. Nunca antes había estado en una ciudad tan grande, ¿Su opinión sobre ella? Era muy variable, ciertos días la amaba con locura y aseguraba que se quedaría hasta la muerte, otros armaba las valijas y se dirigía a Retiro, pero siempre se detenía justo en la puerta del ómnibus, su opinión era como una montaña rusa.
Cuando dejo su pueblo natal, solo se había llevado una pequeña planta, unas margaritas amarillas para ser precisos y prometió cuidarla como a un hijo. Solo eso se llevo para recordar su pasado, una sola razón lo impulso a olvidar todo lo que esas tierras habían escondido, prometió olvidar todo , y que el secreto se refugiase en la casa de la pampa para no salir más hasta que otra persona lo descubra.
Hasta que otra persona abra el placard.
Ese placard, un pequeño fantasma constante, que lo perseguía a donde iba, siempre detrás de el. Él le temía a ese placard y a lo que albergaba. Sin embargo, en esos últimos días todo se había tornado peor, él se había acostumbrado al miedo constante, vivía con la idea de que en algún momento lo encontrarían, pero cuando la idea se convierte en realidad, y la fantasía se siente a flor de piel todo era diferente.
Ya había pasado una semana desde que el primer oficial había preguntado por él, pero Rubén se había negado al interrogatorio por “razones personales”.
A partir de ese día se había convertido en una rutina que cada mañana pasara un policía a preguntar por el, pero el nunca aceptaba. Sabia que tarde o temprano debía enfrentarlo, pero antes debía pensar su cuartada, y debía ser buena. Día por medio recibía cartas de la Comisaría donde se mencionaba un nuevo propietario de la casa. “Alguien abrió el placard” esa idea lo torturaba, “No entiendo como me localizaron, no pueden sospechar de mi, eliminé todas las evidencias posibles, debo tranquilizarme, solo deben llamar para notificar la defunción, no puedo ser un sospechoso, no puedo ser un sospechoso, no puedo..”.
En su casa con espíritu sombrío y sentado a cenar, temió por su futuro, por lo que pasaría, recordó su pasado, y analizó su presente mientras las pequeñas margaritas amarillas lo escuchaban atentamente, eran sus cómplices.
Me viene pasando que te leo y digo: "que genia Sofi", pero de pronto es un articulo del diario. "Que genia sofi" y de pronto es Cortazar. "Que grande Sofi" y de pronto: es Sofi!. Que Viva La Reina Sofia! Quien reina con su pluma, su revelion y su discernimiento. Y gracias x no subir los impuestos.
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